En esta entrada quiero compartir con ustedes una práctica que permite mejorar las relaciones.
Y nos ayuda a sentirnos en paz más allá de la actitud o de las reacciones de las otras personas.
Esta práctica tiene la gran ventaja de que podemos realizarla en distintos ámbitos y sea cuál sea la relación que deseemos mejorar.
Hay una frase que me gusta mucho usar que es: “lo que el otro te dice es su karma, cómo reaccionas es el tuyo”.
Y me gusta mucho usarla, porque nos sitúa como protagonistas de nuestras acciones. Nos conecta con la posibilidad de entender que todos tenemos algo que trascender, que superar, es decir “un karma”, y a la vez que ese karma es absolutamente personal.
De hecho cada uno tiene el suyo.
Hemos aprendido a estar pendientes del afuera, a opinar en relación a las actitudes, las acciones, los comportamientos de los demás, pero eso nos hace perder tiempo y energía.
Es decir, no va a generar un cambio en aquello que juzgo, porque todos cambiamos por decisión propia, no por las opiniones externas.
Entonces la propuesta es enfocarme en mi reacción y no en la actitud o en las palabras de la otra persona.
De esta forma, dejo de culpar al exterior y me transformo en protagonista de mi vida y en espectador de las acciones de los demás.
El tema es que esto suele entenderse muy bien en la teoría, pero muchas veces no resulta fácil aplicarlo en la vida diaria.
En especial cuando hay emociones de por medio, o cuando el vínculo con la otra persona es tan fuerte que sus palabras o actitudes nos producen alteraciones en nuestro propio comportamiento, hasta el punto de no poder manejar nuestras reacciones.
Y es en esas situaciones donde la posibilidad de conectar con el silencio nos va a ayudar.
¿De qué se tata? Simplemente de concentrarnos en los ruidos y sonidos del exterior sin juzgarlos ni prejuzgarlos, ni tampoco hacer asociaciones, sino dejándonos llevar por las sensaciones que nos generan.
Este simple gesto, va a acallar nuestra mente, y a desactivar el ego. Y a la vez conectar a un nivel más profundo de comprensión, el de nuestra verdad divina.
Si lo llevamos al plano de las relaciones sería interactuar con los demás de forma tal que sus palabras y acciones queden ahí afuera, como sonidos que escuchamos pero que no comparamos ni juzgamos, simplemente dejamos que sean.
Esto va a hacer que no reaccionemos de manera reactiva ni impulsiva, nos va a dar el tiempo necesario para que la verdad interior se manifieste en calma, y más allá de la actitud de la otra persona, podamos siempre responderle en paz.
Como les decía al comienzo es muy simple y revelador.
De hecho la mayoría de las personas que ya lo están practicando manifiestan que no sólo han mejorado las relaciones con el exterior. Sino su conexión interior, encontrando muchas veces el sentido de aquello que les pasa, entendiendo cuál es el aprendizaje en relación a ese Otro.
Cierra los ojos, y escucha ese exterior, cada sonido, cada vibración, conecta con ellos cada vez con más atención. Como si pasaran por un costado, como si te trascendieran.
No los juzgues, no los condenes ni los exaltes, simplemente siéntelos como un murmullo, como una melodía. Sigue concentrado en ellos, cada vez más y más.
Ahora pon la atención en tu interior, y vas a descubrir un silencio profundo y revelador, cuanto más conectes con él más revelador será. Y aquello que surja, aquello que sientas, te va a permitir conocer el aprendizaje en esa situación
Escuchar el exterior, no juzgar, dejarse llevar por las sensaciones. Puede parecer un pequeño gesto, pero que genera grandes cambios.
Te invito a experimentarlo una y otra vez. Sin prisa, pero sin pausa. Y vas a ver que cada vez te vas a conectar con más y más paz.
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