La inspiración es un impulso divino que se manifiesta en nosotros con un sensación especial. Es como si nos atravesara, nos sorprendiera.
Y esto no porque esté fuera de nosotros. O sea mágica. Simplemente porque viene de la fuerza de nuestro ser esencial, de nuestra esencia pura y eterna, para hacer que nuestra mente se vuelva productiva y luminosa a partir de ideas distintas e innovadoras.
Ideas que nos van a llevar a crear nuestra realidad de esa forma. Porque sin duda hace falta una sola idea para empezar y luego todo lo otro se manifiesta de manera espontánea, todo absolutamente lo que existe en este mundo surgió de una idea, que luego llevó a una estrategia, a una acción.
Aceptar la idea
Simplemente basta con aceptar esa idea, conectarnos con la sensación que nos produce y con otras ideas para así seguir hasta que tome forma y se vuelva algo material que nos permita compartirlo con los otros, y hacer eso que surge parte de este mundo.
La aparición de esta idea no implica necesariamente tener grandes conocimientos sobre un tema, ni haber estudiado o investigado años sobre el mismo. Simplemente surge cuando estamos preparados para tomarla con amor y respeto.
Cuando estamos preparados para conectarnos con nuestro camino en el propósito de nuestro ser esencial. Ahí está la clave. Percibir que esa idea, esa sensación, surge del impulso de nuestro ser divino que busca que nos conectemos con los dones y talentos los cuales nos van a permitir poner en acción nuestra misión en esta tierra
Ofrecerla al mundo y hacer de eso un círculo virtuoso en paz y felicidad.
La inspiración es la motivación
Y digo que no se necesita tener formación académica para que eso se manifiesta ni estudiar largas horas, porque surge de la sabiduría profunda, de esa que viene con nosotros desde nuestra luz esencial.
De hecho seguramente la mayoría de nosotros hemos escuchado de alguien que sin tener formación en un área o tema, se maneja con él de tal forma que parecería ser un especialista.
Recuerdo el caso de una mujer que escribía de manera maravillosa, tanto en poesía como en prosa. Tenía la capacidad de transmitir de manera profunda aquello que sentía, y su expresión llegaba al alma de quién la recibía.
La conocí porque ella era encargada del edificio en el que yo vivía, y su historia me llamó la atención. Cuando empecé a recibir de alguien que apenas conocía notas o tarjetas alusivas a alguna fecha, escritas de manera sublime.
Luego cuando tuvo más confianza me fue acercando poesías y prosas que parecían escritas por un artista. Y lo eran porque mientras que yo viajaba varias horas para llegar a la universidad, trabajaban largas jornadas, me esforzaba para conectar con ideas que me permitieran responder a todo eso de la mejor manera.
Ella simplemente, se abría a esa inspiración que aparecía, la tomaba con alegría y devoción y la compartía. Me contó que el impulso llegaba de pronto, y que siempre tenía un papel y una lapicera a mano, para escribir aquello que escuchaba. La inspiración muchas veces venía durante la noche entre sueños y que a pesar del cansancio se levantaba para no olvidarla. Ella misma se sorprendía, se había criado en el campo y había ido sólo unos años a la escuela donde había aprendido a leer y escribir y eso sólo le bastaba.
La sabiduría es la fuente divina
Ese fue uno de los tantos contactos que he tenido con gente que se conecta con su sabiduría y la toma siendo consciente de su valor. Porque no había nada que esa mujer hubiera hecho para llegar a escribir así. Hay personas que se pasan años leyendo cantidades de libros, concurren a talleres literarios, y sin embargo no surge en ellas esa inspiración.
Con esto no quiero decir que no haya que estudiar o formarse en aquello que deseamos hacer. Digo que el camino que elijamos tiene que estar guiado por ese impulso profundo, esa idea que resuena en nosotros, porque de esta manera todo es mucho más simple de lo que parece ser.
Por eso en definitiva si no sabemos a qué dedicarnos en nuestra vida el primer paso es escuchar a nuestro corazón. Es recordar aquellas ideas que aparecieron de pronto y que no sabíamos de dónde venían y que seguramente de niños, cuando no estábamos condicionados, nos llevaban a soñar con aquello que íbamos a hacer cuando creciéramos. Ahí está la clave, el propósito de vida ya está en nosotros, sólo se trata de hacerlo visible y darle forma para ponerlo en acción y crear así la vida que deseamos.
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